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viernes, 3 de diciembre de 2010

La Momia del Niño de "El Plomo".

NIÑO DE “EL PLOMO” DESENTERRADO VIVO
RENACE VIEJA TEORÍA DE BIÓLOGO ESPAÑOL

REVISTA “REVELACIÓN” (SANTIAGO, CHILE) – AÑO 4º Nº 38, pgs. 22, 23-24
Por Osvaldo Muray Quiroz.

El hallazgo de las tres momias congeladas cerca de la cima del Volcán Llullaillaco está a punto de convertirse en un problema limítrofe con Argentina, porque no está claro en qué lado del volcán (aún en actividad) se hizo el hallazgo. El Llullaillaco de 6.723 metros de altura, se encuentra en el límite de ambos países. Frente a Antofagasta, por Chile, y de Catamarca, por Argentina. Las momias fueron encontradas por el antropólogo alemán, Johan Reinhardt y llevadas al vecino país para su estudio. Sin embargo, desde Chile, han surgido voces que reivindican la claridad del asunto y aunque algunas personas quieren que las momias sean devueltas a Chile –si fue encontrado en la ladera oeste del Llullaillaco- o bien, que científicos de ambos países participen en su estudio.
Los hombres de ciencia de nuestro país, tienen a su haber la más antigua experiencia en este tipo de asuntos, puesto que la primera momia incásica descubierta en América, tuvo por escenario el Cerro “El Plomo”, en Santiago, hace casi medio siglo. En 1985, escaladores argentinos encontraron una momia semejante, en el Monte Aconcagua, a la misma altura en que se hiciera el hallazgo de El Plomo, poco más de cinco mil metros y este tercer hallazgo, que conmueve a los hombres de ciencia, también estaba a cinco mil metros.

Gentileza imagen Museo Nacional Historia Natural











































De acuerdo a los estudios realizados en su época por los especialistas chilenos, la altura de los enterramientos, no es una coincidencia, sino que obedece a un conocimiento científico de los Incas de hace 500 años, puesto que a los cinco mil metros por sobre el nivel del mar, se encuentra la temperatura ideal para conservar los cadáveres sin que se descompongan ni sufran un frío más intenso que los podría deteriorar, si se les sepultara a mayor altura.
Este hallazgo y polémica, que comienzan a surgir alrededor de las tres momias, trae al recuerdo las fantásticas revelaciones que se hicieron por hombres de ciencias chilenos y españoles en relación al llamado “Niño de El Plomo”, puesto que se ha llegado a la conclusión que el menor, cuya edad era de ocho años, no estaba muerto al ser descubierto, el día 1° de Febrero de 1954 por un arriero y su sobrino, sino se encontraba en hibernación. Es decir estaba con sus funciones vitales suspendidas y mantenido con vida por el hielo que lo cubría y el frío de esa altura. Algo realmente sorprendente y que el hallazgo de otro niño en el Monte Aconcagua, vino a confirmar las teorías que en los años sesenta y setenta, elaboraron hombres de ciencia en cuanto a que el niño de El Plomo, no sería el único ser humano, con su vida congelada, sino que los Incas de hace 500 años, talvez le dejaron un mensaje a los científicos del siglo XXI en varias partes de la cordillera andina. Los hallazgos del Llullaillaco, desean ser conocidos por los científicos chilenos, porque si se trata del mismo caso de El Plomo y del Aconcagua, la cordillera debe guardar muchos niños congelados, pero con vida suspendida a la espera que nuestra moderna ciencia los vuelva a la vida, medio milenio después.
¿Muy fantasioso? Vea la historia de este pequeño príncipe incásico descubierto en Santiago de Chile y que al decir de los investigadores, fue “asesinado” al ser removido de su cámara de hielo, sin tener las debidas precauciones.

NIÑO CONGELADO, NO MOMIA

Veamos la descripción que del niño se hizo en la época de su hallazgo:
No es una momia. Las momias son cadáveres embalsamados para que se conserven por mucho tiempo, pero a los cuales se les ha despojado de las vísceras. El niño de El Plomo, en cambio es un NIÑO CONGELADO. Científicamente se les denomina ‘liofilizado’. El niño del cerro El Plomo está intacto. Tiene todos sus órganos vitales internos. Exteriormente su cuerpo es similar al de un ser humano vivo. Con pies, rostro completo con su boca, frente, ojos con pestañas, nariz y la cabeza cubierta con un complicado peinado de múltiples trenzas. Está reclinado sobre sus piernas y con sus manos apoyadas en las rodillas, actitud de oración.
La fantástica hipótesis de que el niño no era una momia y en cambio estaba con animación suspendida, la emitió el biólogo español, García Beltrán y todo indica que el hombre de ciencia hispano, tenía mucha razón.
El hallazgo como se dijo, lo hizo el arriero Luis Gerardo Ríos y su sobrino, Jaime Ríos Abarca en un lugar del cerro El Plomo, ubicado a 5.200 metros de altura, conocido como “La Pirca de los Indios”. Tras excavar en el hielo, descubrieron varios objetos de oro y otros adornos funerarios, que luego desaparecieron (talvez vendidos por Ríos). Luego de extraer al niño de su cámara de hielo, lo trasladaron hasta una cueva más abajo del cerro, a unos cuatro mil metros de altura. Allí lo escondieron. Un mes y nueve días, después mientras negociaban su venta al Museo de Historia Natural, lo bajaron para llevarlo a Puente Alto. En esta ocasión –recordó Ríos y su sobrino- el cuerpecito que pesaba al sacarlo del hielo, unos 35 kilos (peso normal de un niño de ocho años y tres meses de edad), había adelgazado y ahora pesaba sólo quince kilos. Mientras lo transportaban cerro abajo, el niño comenzó a emanar aceite y a sangrar de sus oídos. Prueba irredarguible que -quinientos años después- el pequeño inca estaba vivo, pero congelado.
FATAL PÉRDIDA DE TIEMPO
El entonces director del Museo de Historia Natural, Humberto Fuenzalida, relató los entretelones de la compra del niño incásico a los arrieros.
“El 16 de Febrero recién pasado (1954), la señora Grete Mostny, Jefe de la Sección de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural, recibió la visita de un campesino que dijo ser arriero cordillerano y éste le contó que habría encontrado en la cordillera una momia indígena. La señora Mostny se interesó vivamente por la noticia y pidió algunas referencias suplementarias. Como yo no estaba en Santiago, rogué al campesino que volviera los primeros días de Marzo para conversar conmigo y tratar la compra de la momia, junto con los ornamentos y los objetos que la acompañaban”.
“Únicamente treinta días después la señora Mostny y otros especialistas concurrieron a Puente Alto y vieron la momia con sus ojos. Quedaron tan impresionados que recomendaron que el museo debía hacer cualquier sacrificio para comprarla. Pero, ¿qué había sucedido con el pequeño inca en el lapso que media entre su descubrimiento –10 Febrero 1954- al 18 de Marzo de ese año, cuando los antropólogos lo observaron por primera vez?
El arriero Ríos dijo entonces al desaparecido vespertino “Los Tiempos”: “Cuando tropezamos con su cuerpo y lo sacamos cuidadosamente, pesaba más o menos 35 kilos, cuando volvimos a ‘piedra numerada’, (donde lo escondieron) un mes y nueve días más tarde, nos encontramos con una tremenda novedad; estaba reseco y a lo sumo pesaba 15 kilos. Fue el viento cordillerano que en esa región es seco y constantemente el que operó el milagro”.
“Años después, en 1987, Hans Niemayer que dirigía el museo, dijo a La Nación: “Lo que sucedió fue que ya había empezado el proceso de deshidratación del cuerpo congelado al extraerlo de su cámara mortuoria en el hielo sometido a liofilización, es decir, a una combinación perfecta de temperatura y humedad que logró su conservación”.
ADORMECIDO CON COCA
El pequeño no falleció de ninguna enfermedad ni accidente. Eliana Durán, entonces Jefe de Antropología del museo señaló en su época: “Las investigaciones señalan que el infante fue emborrachado con coca e instalado en su sepulcro de piedra y hielo. Se adormeció lentamente con el frío y sin sufrir dolor alguno ni darse cuenta, falleció”.
El biólogo español, García Beltrán, hizo notar un detalle muy sugerente en respaldo a su teoría que el niño inca estaba con vida al ser desenterrado del cerro El Plomo. Entre los objetos de Oro y Plata que encontró el arriero, al lado del pequeño (“estatuillas” dijo), aparte de una bolsa con hojas de coca, se encontraban figuras de Oro, una de las cuales era un sapo, según el científico hispano, que los incas sabían perfectamente lo que estaban haciendo. El poner un sapo de Oro al lado del niño, era un mensaje a la posteridad, puesto que la técnica del “sapo helado” era conocida desde la llegada de los conquistadores españoles al Perú. Un sapo puede vivir hasta doce años enterrado en el hielo gracias a sus venenos, y ser resucitado años después. De hecho, hay constancia histórica, que los incas sabían conservar incorruptos los cuerpos humanos, con su técnica de congelamiento, que hoy se conoce como de “animación suspendida”.
Garcilaso de la Vega, historiador mestizo del siglo XVI, hijo de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo y del capitán español García Lazo de la Vega, relata que en 1560 fue testigo de un hecho insólito. Por orden de las autoridades españolas, cinco momias de personajes importantes fueron trasladadas a la casa del licenciado Pablo Ondehardo. Los cuerpos correspondían a Viracocha; Fupac Yupanqui, Huayna Cápac y las princesas collas Mama Ocllo. Estaban bien preservados sus cuerpos -dice Garcilaso- que no les faltaba ni un solo cabello, ni una ceja. El sacerdote Acosta, presente en el acto dijo por su parte que los cuerpos de las momias se encontraban tan bien preservados que daban la impresión de estar con vida. Esta milagrosa conservación se debía a cierto betún y al frío que lograba detener completamente los procesos de descomposición. Las momias fueron llevadas a casa del virrey en Lima pero el clima las comenzó a deteriorar y en 1562 debieron ser sepultadas en el cementerio de San Andrés de la capital peruana.
MAS MISTERIOS
La conservación del niño inca se constituyó desde el comienzo en un grave problema para el Museo. Había que mantenerlo en un ambiente refrigerado y en 1985, la OEA donó la suma de quince mil dólares para que se construyera una vitrina especial, lo que creó nuevos problemas. Hans Niemayer los explicó en 1987: “Es vital que la humedad de la atmósfera que la rodea sea inferior al 45 por ciento, y la temperatura entre dos y cinco grados bajo cero. Mantener estas condiciones en la sala de exhibición fue imposible porque son alteradas por cualquier causa, por mínima que sea. Tal como las corrientes de aire, la iluminación de la cámara, el calor del público y su respiración, la vibración que puede sufrir la cámara por cualquier motivo, etcétera”.
Con quince mil dólares aportados por la OEA, se construyó a cámara pero quedó mal hecha y no sirvió para los requerimientos científicos. Al final, el asunto terminó en un pleito. Frente a tal contingencia, el niño inca fue sacado de la exhibición y guardado en una bodega donde se le mantienen las condiciones necesarias. Está envuelto en pañales esterilizados para evitar cualquier contaminación que lo pudiera afectar.
Sin embargo, circula el rumor que el pequeño fue retirado de la exhibición pública porque quienes se acercaban a su cámara sufrían problemas sicológicos debido a ciertas radiaciones que emitiría, un asunto que cae de lleno en lo paranormal. Esta situación nunca se ha planteado públicamente.
Para el biólogo español Beltrán, que aseguraba que en Los Andes hay muchas otras momias esperando ser desenterradas de su cámara de hielo, para entregar sus secretos a los científicos del siglo XXI, los recientes hallazgos son una confirmación.



La momia encontrada en el Aconcagua en 1985, también era un niño y estaba a cinco mil metros en el hielo, donde la temperatura es semejante a la de El Plomo. Dicha momia fue llevada a Mendoza y se ignora su destino posterior.
Ahora los tres cuerpos encontrados en 1999 en el Llullaillaco, están en San Juan y se cree que también se trata de niños. Lo curioso es que también fueron encontrados en cámaras de hielo a cinco mil metros de altura, o sea, la misma temperatura de los hallazgos anteriores. Si se le da el crédito a la teoría del biólogo español, habría que crear una verdadera institución que se dedique a la búsqueda de estos niños enterrados vivos y extraerlos de sus cámaras sin que se alteren sus condiciones ambientales. A lo mejor… ¿quién dice?



Referencias Complementarias:
VEA Nº 780 (Santiago, Chile) Momia de 500 años fue comprada por el Museo de Historia Natural. 24 marzo 1954, pg. 8
VEA Nº 781 (Santiago, Chile) Desentrañan en “El Plomo” el misterio de la Momia. 31 marzo 1954, pgs. 16-17
VEA Nº 782 (Santiago, Chile) Expectación mundial ante la Momia. 7 abril 1954, pg. 30
VEA Nº 783 (Santiago, Chile) Huella incaica guarda el Cerro El Plomo. 14 abril 1954, pgs. 16-17
VEA Nº 783 (Santiago, Chile) Gerardo Ríos bajó el Cerro El Plomo con la Momia al hombro y la tuvo un mes oculta en Piedra Numerada.



































Una familia decide subir con su hijo de 8 años a esta montaña u dejarle allí para que muriera. Algunos dicen que fue un sacrificio. Bueno, desde luego lo fue. Pero, ¿por qué no le degollaron? ¿por qué le dejaron simplemente ahí?

Quizás nunca sepamos las respuestas, pero es curioso que aunque aparentaba, por los estudios que se le hicieron posteriormente, ser un niño sano, bien nutrido y normal, sin embargo se abre la posibilidad de que estuviese enfermo, o bien de alguna infección o por parasitosis y de que además tuviera l
a posibilidad de ser portador de una malformación de Chiari I asintomática. Dicho hallazgo también pudo deberse a un aumento agudo de la presión intracraneana secundario a edema cerebral de altura.


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Quizás su enfermedad fue lo que motivó a los padres enviarlo a "curar" a sus dioses.

La noche anterior, había estado con fiebres altas y diarreas, muy probablemente al parásito que tenia Trichinella, que le causaba la enfermedad de la triquinosis. Todo ello debido a haber comido chancho o cerdo salvaje.

Aun tenía fiebre a la mañana y sufría grandes calambres y dolores, para aliviarlo le dieron a mascar hojas de coca.

Le vistieron con una túnica cora de color negro, hecha con finísimas telas de alpaca y vicuña, con trozos de piel y flecos de lana y lo cubrieron con una manta gris con listas rojas y azulverdosas. Le calzaron con mocasines de cuero bordados en las orillas, y le colocaron brazaletes de cobre en sus manos.
Fue peinado escrupulosamente y cariñosamente con más de 200 trenzas, colocando sobre cada una de ellas una cinta color negra del cual colgaban hilos de lana negra.
Sobre su frente lucía una diadema con forma de dos medialunas y adornaron su cabeza con un tocado de plumas.
Pintaron su cara con pigmentos rojos y amarillos y le hicieron entrega de dos bolsas, una de lana y otra de plumas, para llevar las hojas de coca.

También llevaron uñas y pelo de él, según las costumbres andinas.

Debido al viaje empezó a tener llagas en los pies. Su fiebre le producía temblores y más frío.

Cuando estaba por terminar su viaje, le dieron para beber una mezcla con contenido alcohólico y narcótico procedente de hierbas para adormecerlo y hacerle más liviana su carga.

Al llegar la pusieron en un pequeño agujero y despidiéndose de ella y llorando lo dejaron allí.

En la oscuridad, y totalmente narcotizado, pero viendo la realidad de su situación, la angustia le hizo defecar y vomitar. Su temperatura bajó y se quedó "muerto".


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Fuente: http://www.aforteanosla.com.ar/afla/articulos%20arqueo/ni%F1o%20el%20plomo.htmhttp://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-93082005000400007&script=sci_arttext

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